Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

lunes, 27 de noviembre de 2017

SOBRE LOS DESEOS DE LOS SEPARATISTAS CATALANES.


Los declarados por un señor llamado Bernat Catasús, presidente de la Juventut Nacionalista de Catalunya de l'Alt Penedès, que -según informa Somatemps- ha dicho lo siguiente refiriéndose a la Guardia Civil: Sois unos criminales. Solamente deseo que algún día os lo hagan a vosotros y que tengáis una muerte lenta y dolorosa, sufriendo vosotros y vuestras familias.


Como no tengo el disgusto de conocer a don Bernat, ignoro qué es lo que piensa que le ha hecho la Guardia Civil. ¿Acaso la Guardia Civil ha impedido que sus hijos estudien en su lengua materna? ¿Le ha obligado la Guardia Civil a esconder las insignias de su uniforme al tenderlo, para que su familia pueda escapar a las iras de sus vecinos aldeanos y cazurros? ¿Le ha insultado la Guardia Civil? ¿Ha insultado la Guardia Civil a sus familiares? ¿Ha intentado la Guardia Civil poner en su contra a sus propios hijos en los colegios? ¿La Guardia Civil le ha llamado extranjero en su propia tierra? ¿Ha coartado la Guardia Civil su libertad de expresión, impidiéndole pertenecer a esa Juventut Nacionalista de Catalunya que preside y posar con banderillas separatistas al fondo? ¿Ha llenado la Guardia Civil de pintadas la casa de don Bernat? ¿Le ha secuestrado la Guardia Civil? ¿Le ha tirado piedras, le ha destrozado el coche la Guardia Civil? ¿Ha impedido la Guardia Civil que don Bernat cumpla sus obligaciones legales? ¿Lleva la Guardia Civil atosigando, persiguiendo, acosando a don Bernat varios decenios? ¿Le ha echado la Guardia Civil de los hoteles donde dormía don Bernat? 

¡Ah, no!. Resulta que todo eso -y mucho más- es lo que los compadres de don Bernat le han hecho a la Guardia Civil y a la Policía Nacional.

¿Se referirá entonces don Bernat a que la Guardia Civil le ha obligado a cumplir la Ley? ¿A que la Guardia Civil ha repartido -cuando no le han dejado otra opción los amigotes de don Bernat-, algún leve soplamocos a los energúmenos que delinquían? ¿Se refiere, acaso, a hechos milagrosos como la supuesta rotura de los huesos de una mano, que se curan en tres días vendando la contraria? ¿Quiere don Bernat continuar la patraña de la brutalidad de la Guardia Civil, cuando sus -supongo- queridos Mozos de escuadra son la fuerza policial que más sentencias condenatorias por malos tratos y brutalidad atesora en las últimas décadas? 

¿Acusa a la Guardia Civil de echarle el guante, siguiendo órdenes de los jueces, a los ladrones de los diversos partidos separatistas, que llevan cuarenta años robando a los catalanes? ¿De encontrar las pruebas que demuestran que los fondos públicos se han desviado a fines partidistas mientras no se pagaba a las farmacias, mientras se desatendían las urgencias de los hospitales, mientras se inventaban impuestos sacacuartos? ¿De hallar los datos que demuestran las adjudicaciones ilegales de contratos a cambio -Maragall dixit- del tres por ciento; que evidencian las cuentas en el extranjero por las que los mandamases del pruses no han pagado jamás impuestos, porque eso se queda para los pobres?

¿Acusa don Bernat a la Guardia Civil de haberle mostrado a quien quiera ver y entender, que no es España quien roba, sino los separatistas catalanes, que se han estado forrando a costa de los ciudadanos que habitan en Cataluña? ¿O de lo que se queja don Bernat es de que a él -que por la foto es jovencito-, no le haya dado la Guardia Civil tiempo para trincar lo que esperaba, y le haya truncado el futuro de vividor sinvergüenza al que se creía llamado?

Por lo demás, eso de amenazar con una muerte lenta y dolorosa, sufriendo vosotros y vuestras familias no creo que le asombre a nadie que conozca la historia. La Historia de las guerras entre sindicalistas de uno y otro bando, que engalanaron el comienzo del siglo XX. Las miniguerras civiles entre comunistas y anarquistas en la Cataluña de la guerra, como telón de fondo al asesinato de cualquier persona a la que los unos o los otros -anarquistas, comunistas, trostkistas, republicanoseparatistas- quisieran quitar de en medio. Eso, por no hablar de las chekas, los paseos, los asesinatos a mansalva, los robos generalizados por parte de cualquier comité, y, en fin, todo eso tan propio de los anarcoguarros, los rojoseparatistas, los paletos sin medida, los aldeanos cazurros a los que este señor Catasús tan dignamente representa.

Nihil novi sub sole. Y quien se sorprenda, es que no tiene ni puta idea de nada.


miércoles, 22 de noviembre de 2017

SOBRE LAS SOLUCIONES.

Soluciones al separatismo catalán -o cualquier otro, evidentemente- para que tomen nota los mamarrachos, los cretinos y los cobardes:

ESPAÑA ES IRREVOCABLE


LA UNIDAD DE DESTINO
Nadie podrá reprochamos de estrechez ante el problema catalán. En estas columnas antes que en ningún otro sitio, y, fuera de aquí, por los más autorizados de los nuestros, se ha formulado la tesis de España como unidad de destino. Es decir, aquí no concebimos cicateramente a España como entidad física, como conjunto de atributos nativos (tierra, lengua, raza) en pugna vidriosa con cada hecho nativo local. Aquí no nos burlamos de la bella lengua catalana ni ofendemos con sospechas de mira mercantil los movimientos sentimentales –equivocados gravísimamente, pero sentimentales– de Cataluña.

Lo que sostenemos aquí es que nada de eso puede justificar un nacionalismo, porque la nación no es una entidad física individualizada por sus accidentes orográficos, étnicos o lingüísticos, sino una entidad histórica, diferenciada de las demás en lo universal por una propia unidad de destino.

España es la portadora de la unidad de destino, y no ninguno de los pueblos que la integran. España es pues, la nación, y no ninguno de los pueblos que la integran. Cuando esos pueblos se reunieron, hallaron en lo universal la justificación histórica de su propia existencia. Por eso España, el conjunto, fue la nación.

LA IRREVOCABILIDAD DE ESPAÑA
Hace falta que las peores deformaciones se hayan adueñado de las mentes para que personas que se tienen, de buena fe, por patriotas, admitan la posibilidad, dados ciertos requisitos, de la desmembración de España. Unos niegan licitud al separatismo porque suponen que no cuenta con la aquiescencia de la mayoría de los catalanes. Otros afirman que no es admisible una situación semiseparatista, sino que hay que optar –¡qué optar!– entre la solidaridad completa o la independencia. (...) La elección de la extranjería es absolutamente ilícita, pase lo que pase, renuncien o no renuncien al arancel, quiéranlo pocos catalanes, muchos o todos. Más aún terminantemente: aunque todos los españoles estuvieran conformes en convertir a Cataluña en país extranjero, seria el hacerlo un crimen merecedor de la cólera celeste. 

España es irrevocable. Los españoles podrán decidir acerca de cosas secundarias; pero acerca de la esencia misma de España no tienen nada que decidir. España no es nuestra, como objeto patrimonial; nuestra generación no es dueña absoluta de España; la ha recibido del esfuerzo de Generaciones y generaciones anteriores, y ha de entregarla, como depósito sagrado, a las que la sucedan. Si aprovechara este momento de su paso por la continuidad de los siglos para dividir a España en pedazos, nuestra generación cometería para con las siguientes el más abusivo fraude, la más alevosa traición que es posible imaginar.

Las naciones no son contratos, rescindibles por la voluntad de quienes los otorgan: son fundaciones, con sustantividad propia, no dependientes de la voluntad de pocos ni muchos.

MAYORÍA DE EDAD
Algunos han formulado la siguiente doctrina respecto de los Estatutos regionales: no se puede dar un Estatuto a una región mientras no es mayor de edad. El ser mayor de edad se le nota en los indicios de haber adquirido una convicción suficientemente fuerte de su personalidad propia.

He aquí otra monstruosidad ideológica: se debe, con arreglo a esa teoría, conceder su Estatuto a una región –es decir, aflojar los resortes de la vigilancia unitaria– cuando esa región ha adquirido suficiente conciencia de sí misma; es decir, cuando se siente suficientemente desligada de la personalidad del conjunto.

No es fácil, tampoco ahora, concebir más grave aberración. También corre prisa perfilar una tesis acerca de qué es la mayoría de edad regional acerca de cuándo deja de ser lícito conceder a una región su Estatuto.

Y esa mayoría de edad se nota, cabalmente, en lo contrario de la afirmación de la personalidad propia. Una región es mayor de edad cuando ha adquirido tan fuertemente la conciencia de su unidad de destino en la patria común, que esa unidad ya no corre ningún riesgo por el hecho de que se aflojen las ligaduras administrativas.

Cuando la conciencia de la unidad de destino ha penetrado hasta el fondo del alma de una región, ya no hay peligro en darle Estatuto de autonomía. La región andaluza, la región leonesa, pueden gozar de regímenes autónomos, en la seguridad de que ninguna solapada intención se propone aprovechar las ventajas del Estatuto para maquinar contra la integridad de España. Pero entregar Estatutos a regiones minadas de separatismo; multiplicar con los instrumentos del Estatuto las fuerzas operantes contra la unidad de España; dimitir la función estatal de vigilar sin descanso el desarrollo de toda la tendencia a la secesión es, ni más ni menos, un crimen.

SÍNTOMAS
Todos los síntomas confirman nuestra tesis. Cataluña autónoma asiste al crecimiento de un separatismo que nadie refrena: el Estado, porque se ha inhibido de la vida catalana en las funciones primordiales: la formación espiritual de las generaciones nuevas, el orden público, la administración de justicia.... y la Generalidad, porque esa tendencia separatista, lejos de repugnarle, le resulta sumamente simpática.

Así, el germen destructor de España, de esta unidad de España lograda tan difícilmente, crece a sus anchas. Es como un incendio para cuya voracidad no sólo se ha acumulado combustible, sino que se ha trazado a los bomberos una barrera que les impide intervenir. ¿Qué quedará, en muy pocos años, de lo que fue bella arquitectura de España?

¡Y mientras tanto, a nosotros, a los que queremos salir por los confines de España gritando estas cosas, denunciando estas cosas, se nos encarcela, se nos cierran los centros, se nos impide la propaganda! Y la insolencia separatista crece. Y el Gobierno busca fórmulas jurídicas. Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

(José Antonio Primo de Rivera. 
F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

*****

No olvidéis que los enemigos de España y de la civilización cristiana están alerta. Velad también vosotros y para ello deponed frente a los supremos intereses de la patria y del pueblo español toda mira personal. No cejéis en alcanzar la justicia social y la cultura para todos los hombres de España y haced de ello vuestro primordial objetivo. Mantened la unidad de las tierras de España, exaltando la rica multiplicidad de sus regiones como fuente de la fortaleza de la unidad de la patria.
 
(Francisco Franco. 
Testamento político, 20 noviembre 1975)



lunes, 20 de noviembre de 2017

SOBRE LA ACTUALIDAD.

Actualidad que es, evidentemente, la de la fecha. Hoy es 20 de Noviembre -20N- y como sabrá cualquiera que lea prensa, oiga radio, vea televisión, el tema de actualidad -en los últimos 40 años- es Franco, el franquismo, la dictadura...

Son tan cobardes, tan acomplejados, tan paranoicos, que aún no se han enterado de que el Excelentísimo señor D. Francisco Franco Bahamonde, Generalísimo de los Ejércitos, Caudillo de España, falleció de muerte natural en 1975. Siguen con su guerra, con su complejo, con su idiotez, viviendo cojonudamente contra Franco.

Siguen luchando contra el fascismo, contra los fachas de la Falange, los mismos que babean ante los estalinistas pasados por el Caribe, y siguen sin entender -nunca podrán, no les llega su escasa inteligencia- que la única forma decente de vivir, de ser humanos, de ser españoles, es la que anunció José Antonio Primo de Rivera, aquél joven universitario al que las izquierdas asesinaron gracias a las derechas.

Y mientras ellos -izquierdas y derechas, capitalistas y estalinistas (o capitalistas estalinistas, que haylos), tontos y mamarrachos- siguen jugando con sus pactos y componendas, con sus urnas y sus listas y sus votos, con la vida de todos los que se lo toleran, nosotros -los que quedemos- hoy vamos a pronunciar la más bella oración jamás escrita.

Mañana será otro día. Mañana volveremos a llamarle tonto al tonto, ladrón al ladrón, gilipollas al gilipollas; volveremos a llamarle canalla al canalla, sinvergüenza al sinvergüenza, traidor al traidor y cobarde al cobarde, y ya habremos completado el censo de la actualidad.

Hoy, la oración.

*****
Señor:
Acoge con piedad en Tu seno a los que mueren por España, y consérvanos siempre el santo orgullo de que solamente en nuestras filas se muera por España, y de que solamente a nosotros honre el enemigo con sus mejores armas.

Víctimas del odio, los nuestros no cayeron por odio, sino por amor; y el último secreto de sus corazones, era la alegría con que fueron a dar sus vidas por la Patria. Ni ellos ni nosotros hemos conseguido jamás entristecernos de rencor, ni odiar al enemigo.

Y Tú sabes, Señor, que todos estos caídos mueren para libertar con su sacrificio generoso a los mismos que les asesinaron; para cimentar con su sangre fértil, las primeras piedras en la reedificación de una Patria libre, fuerte y entera. Ante los cadáveres de nuestros hermanos, a quienes la muerte ha cerrado los ojos antes de ver la luz de la victoria, aparta, Señor, de nuestros oídos, las voces sempiternas de los fariseos, a quienes el misterio de toda redención ciega y entenebrece, y hoy vienen a pedir con vergonzosa indulgencia delitos contra los delitos, y asesinatos por la espalda a los que nos pusimos a combatir de frente.

Tú no nos elegiste para que fuéramos delincuentes contra los delincuentes, sino soldados ejemplares, custodios de valores augustos, números ordenados de una guardia, puesta a servir con honor y con valentía la suprema defensa de una Patria.

Esta ley moral es nuestra fuerza. Con ella venceremos dos veces al enemigo, porque acabaremos por destruir, no sólo su potencia, sino su odio.

A la victoria que no sea clara, caballeresca y generosa, preferimos la derrota. Porque es necesario que mientras cada golpe del enemigo sea horrendo y cobarde, cada acción nuestra sea la afirmación de un valor y de una moral superior.

Aparta, así, Señor, de nosotros, todo lo que otros quisieran que hiciésemos, y lo que se ha solido hacer en nombre de vencedor impotente de clase, de partido o de secta. Y danos heroísmo para cumplir lo que se ha hecho siempre en nombre de una Patria, en nombre de un Estado futuro, en nombre de una Cristiandad civilizada y civilizadora.

Sólo Tú sabes, con palabra de profecía, para qué deben estar aguzadas las flechas y tendidos los arcos.

Danos ante los hermanos muertos por la Patria, perseverancia en este amor, perseverancia en este valor, perseverancia en este menosprecio hacia las voces farisaicas y oscuras, peores que voces de mujeres necias.

Haz que la sangre de los nuestros, Señor, sea el brote primero de la redención de esta España en la unidad nacional de sus tierras, en la unidad social de sus clases, en la unidad espiritual en el hombre, y entre los hombres.

Y haz también que la victoria final sea en nosotros una entera estrofa española del canto universal de Tu Gloria.

Rafael Sánchez Mazas.
*****
José Antonio Primo de Rivera, ¡Presente!
Francisco Franco, ¡Presente!
Caídos por Dios y por España, ¡Presentes!
¡Arriba España!


jueves, 2 de noviembre de 2017

SOBRE EL OTRO SEPARATISMO.

A propósito del artículo que publica hoy mi camarada Eloy en su Trinchera -véanlo pulsando en este enlace- he recordado un artículo que escribimos al alimón hace ya muchos años, y que El Alcázar tuvo la bondad de publicarnos. Pueden leerlo en su formato original si pulsan sobre la imagen para agrandarla, incluso leerlo en una anterior publicación que hice en este mismo diario.

Se titulaba el otro separatismo, y aquí se lo transcribo. Se que a los de derechas de toda la vida les parecerá raro; que a los de izquierdas desde que nacieron les parecerá increíble; que a los apolíticos les parecerá incomprensible, y que a los ignorantes -condición compatible con las anteriores- les sonará a chino y no se enterarán de nada.

Pero es que los falangistas somos así.


EL OTRO SEPARATISMO.
EL ALCÁZAR
7 julio 1983

Estamos llegando al punto culminante de una situación de extrema gravedad. Es frecuente, cotidiano, normal en cualquier charla diaria oír decir. «¡Que ellos se las apañen como puedan!» cuando se hace referencia a algunos problemas surgidos en tierras vascongadas y catalanas, e incluso en otras regiones no tan marcadas por el separatismo. «Si no quieren ser españoles, que se las arreglen solos.»

Es tan grave la situación, que hasta en las personas más obstinadamente contrarias al separatismo va ganando importancia una actitud que, aun manifestándose como reacción, no hay más remedio que calificar de separatista, aunque sea un separatismo visto desde el extremo contrario.

Si el independentismo de unas regiones determinadas exalta el amor desmedido a un ente artificial, basado tal vez en prehistóricas suposiciones, los que queremos una Patria unida no podemos caer en la falta de amor —cuando no en el odio— a unas tierras que son parte irrenunciable de España, y que necesitan ahora más que nunca de todo el cariño, toda la solidaridad y—también—toda la firmeza de los españoles de todas las provincias.

La gravedad de lo que sucede se pone de relieve porque en esa actitud caen la mayoría de los españoles. Incluso caemos los que hemos aprendido, en el magisterio de palabras bien altas y nobles, que España es una unidad de destino en lo universal; que juntos nos salvaremos todos, o que juntos hemos todos de perecer. También a los que por pensamiento, por ideología y por estilo estamos más lejos del menor atisbo separatista, nos vence la tentación de dejar caer ese «¡allá ellos!» en alguna ocasión. Y es necesario que al primer pensamiento incontrolado se imponga la frialdad de la razón para que comprendamos el error de la primera impresión; para que comprendamos que aquellas tierras y aquellas gentes —por encima de las actitudes del momento y de la propia voluntad de determinado número de individuos— son irrenunciablemente España.

Sin embargo, no puede ser más alarmante el síntoma. Porque si los que pensamos que España es irrevocable y que todo separatismo es un crimen, hemos de recurrir a toda la fuerza de la razón para sobreponernos al primer deseo de dejar a su suerte, en la desgracia o la dificultad, a los españoles que no quieren serlo; si hemos de recurrir a todo el bagaje doctrinal de que disponemos, ¿qué ocurrirá con aquellos que no disponen del recurso a un estilo que les haga comprender su error? ¿Qué sucederá con aquellos a quienes la razón y el estilo no obliguen a rechazar esa primera impresión de indiferencia —cuando no de una cierta alegría— en torno a las circunstancias que atraviese alguna región española?

Pues sucederá que dentro de diez, veinte años quizá, la propia existencia de España será imposible, porque en el alma de los habitantes de una región se habrá instalado la indiferencia o el odio con respecto a los de otra. Esto y no otra cosa es el primer logro del tan jaleado Estado de las Autonomías, que todos los políticos —desde un extremo al otro— aceptan y promueven.

El deber ineludible de todos los que nos consideramos españoles por encima de todo lo humano, es impedir con nuestro ejemplo —sacrificando con todo rigor los sentimientos espontáneos y erróneos— que tomen carta de naturaleza la indiferencia y el odio, dejando bien claro —en cualquier situación que lo requiera— que para nosotros todas las tierras de España son igualmente queridas y respetadas. Aunque esas regiones no quieran, aparentemente, ser españolas.

Hay que recordar que España es una unidad de destino en lo universal. Y hay que ser, ahora más que nunca, inasequibles; no sólo al desaliento, sino al ambiente disgregador generalizado que nos rodea e invade, y que es el peor enemigo —por solapado y encubierto— de esa unidad.

Rafael C. ESTREMERA / Eloy R. MIRAYO.

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