Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

martes, 3 de octubre de 2017

SOBRE LA VIOLENCIA EXTRANJERA.

Que es la que los muchos hideputas que hay en el ancho mundo están ejerciendo sobre las Fuerzas de Seguridad del Estado españolas.

Particularmente -ya que hablo de extranjeros- los burócratas cagatintas de la llamada Comisión Europea, esa que nos roba a todos, no sólo los cuartos con los que viven los cientos de paniaguados, sino lo más importante: la dignidad, la esperanza y la decencia.

La portavoz del mandamás Juncker -ni ella es señora, ni él es señor-, afirmó que la violencia nunca puede ser un instrumento en política, refiriéndose a las cargas que la Policía tuvo que realizar contra los energúmenos separatistas que -en la mejor línea marxista- puso a ancianos, mujeres y niños en primera fila para insultar y agredir impunemente, con la cobardía consustancial a su calaña.

Que esto lo diga una señora, portavoz de un señor, en cuyos países las respectivas policías sacuden leches como panes al primero que se pone por medio, es de chiste. Que digan que en España hubo cargas desproporcionadas los mismos que han callado como... lo que son, cuando en Alemania los que han intentado detener trenes con residuos radiactivos han sido apartados como las vacas de las líneas férreas en el viejo oeste; cuando en Italia ha habido concierta frecuencia muertos en las algaradas provocadas por los antisistema -esto es: por los mismos anarcoguarros barceloneses-; cuando en Francia cualquier salida de pata de banco es reprimida con todas las de la ley y hasta tienen al Ejército patrullando por las calles es, más que de chiste, de pedir que dejen de tocarnos los... que ustedes se imaginan.

Y que venga además un señor Zeid Raad al Hussein, que dicen que es Alto Comisionado para los Derechos Humanos de la ONU, que pide al Gobierno español que garantice una investigación minuciosa, independiente e imparcial, y que se siente muy afectado por la violencia en Cataluña, es para -lo primero- preguntarle qué tal andan los derechos humanos en su país de origen, y en todos aquellos a los que -por su nombre- se le supone cercano.

Y no es que me oponga a que se aparte de las vías de tren a los rojiverdes -más de lo primero que de lo segundo-, ni que vea mal que un policía se defienda de las turbas, ni que se responda a las agresiones como corresponda; lo que veo mal es que todos estos sinvergüenzas reclamen a España lo que no ven en otros lugares que tienen bien cerca.

Y también me parece mal que los susodichos malandrines no investiguen los delitos de odio cometidos contra la Policía y la Guardia Civil. 

Mejor dicho: no es que lo vea mal. Al contrario, creo que lo veo bien, en su justo término: porque todo esto no es mas que la continuación de la Leyenda Negra tan querida de europeos en general y de gilipollas en particular. La misma Europa que -hace cosa de un siglo- clamaba contra la ejecución del anarquista Ferrer i Guàrdia, condenado por los sucesos de la Semana Trágica de Barcelona y previamente relacionado con el frustrado regicidio que protagonizó Mateo Morral -profesor en la escuela de Ferrer- que si bien no afectó a Alfonso XIII, si causó varias muertes de la gente que estaba en la calle.

Esta es la Europa que habla de violencia... ¿No es para desjarretarse de risa?


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