Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

viernes, 15 de julio de 2016

SOBRE MI CAMARADA ARTURO.


Que hace dos años que está en los luceros.

Me refiero -los habituales ya lo saben, pero por si acaso- a Arturo Robsy, camarada, amigo, maestro. 

Cada día leo menos prensa, y hace años que no veo informativos de televisión. Ni siquiera le presto atención a la radio, aunque a veces la tenga puesta. No me interesa la dosis periódica de corrupción, el suministro habitual de prepotencia y soberbia -o de catetez y esnobismo, que casi es peor-; el menudeo diario de mierda. No me interesa porque ya tengo asumido -desde que el guerracivilismo de un señor Rodríguez saltó al BOE- que ya no cabe más solución que esa que ustedes están pensando, y que la libertad de expresión para chulos, macarras, asesinos, ladrones y sinvergüenzas no me permite expresar.

Y pienso en qué artículo escribiría Arturo; en qué baño de humor les daría a estas malolientes cagarrutas que nos mandan y se desmandan; en qué misericordioso rapapolvo les echaría a tanta hetaira aficionada, a tanto maricomplejines, a tanto cateto, a tanto cervantino hideputa.

Nos hemos quedado sin ello, y bien que se nota. Pero en este enlace pueden ustedes descargarse algunas obras de mi camarada Arturo -que él, señor fiscal, declaró de libre distribución para uso no comercial- y en ellas encontrará lo que diría hoy. Porque los papanatas, los tontos, los cazurros, los cabrones y los hideputa siguen siendo iguales, no cambian, no retroceden, no desisten. Y el traje que tantas veces les hizo Arturo les sigue quedando a la medida.

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