Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

viernes, 8 de abril de 2016

SOBRE LOS BRAZOS ABIERTOS DEL CURA PACO.

Lo siento, palabra; lo siento, porque siempre que hablo/escribo de estos temas me meto en un berenjenal, y además no son asuntos en los que me considere debidamente preparado. Pero callarme sería, a mi modo de ver, sobre cobarde, hipócrita.

El cura Paco -por si aún no se lo imaginan- es el señor Bergoglio, aquél jesuita que los Cardenales fueron a buscar al fin del mundo, quizá porque más cerca era imposible encontrar a alguien así. Los brazos abiertos, son los que muestra hacia los divorciados vueltos a casar, a los que -véase en El País- les dice que no sólo no tienen que sentirse excomulgados, sino que pueden vivir y madurar como miembros activos de la Iglesia, y que ya no es posible decir que todos los que se encuentran en una situación así llamada irregular viven en pecado mortal, porque nadie puede ser condenado para siempre.

Y -siempre según El País- añade: No me refiero sólo a los divorciados en nueva unión, sino a todos, en cualquier situación en que se encuentrenEs mezquino detenerse solo a considerar si el obrar de una persona responde o no a una ley o norma general. A los sacerdotes les recuerdo que el confesionario no debe ser una sala de torturas, sino el lugar de la misericordia del Señor.

No se si los divorciados vueltos a casar caen en la excomunión automáticamente o no; lo que si se es que -si no hay por medio nulidad matrimonial- el divorciado vuelto a casar vive en adulterio. Si esto no es un pecado mortal, no se qué podrá serlo. Y la situación, no es que sea llamada irregular; es que lo es.

El confesionario no debe ser una sala de tortura, evidentemente; debe ser -dicho desde mi ignorancia, conste- el lugar donde el sacerdote orienta a quien haya ido a él para que encuentre el camino de Dios.

No se si será mezquino considerar si el obrar de una persona responde o no a una ley o norma genera"; pero creo recordar algo acerca de los Mandamientos, que al señor Bergoglio le deben sonar incluso más que a mí.

Y nadie puede ser condenado para siempre; pero también creo recordar algo acerca de que para el perdón de los pecados era condición indispensable el arrepentimiento y el propósito de enmienda.


Todo ello, lo repito, desde mi escaso conocimiento de la teología. Y mi aún menor conocimiento de las reglas del márqueting para aumentar clientela que emplean las multinacionales que ofrecen al cliente lo que este quiere comprar.

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