La del señor Matas, presidente que fue del gobiernín de Baleares, y condenado
por tráfico de influencias a nueve mesecillos de cárcel. Según dice El
Mundo -página 10 de la edición de papel- el juez de vigilancia penitenciaria
de Valladolid ha revocado el tercer grado que la administración carcelaria de
había concedido, basándose en la sensibilidad social con
los temas de corrupción.
Bien: no soy juez, ni fiscal, ni siquiera
abogado; soy un ciudadanito de a pie que en su día aprendió aquello de que la
ley es igual para todos. Entonces, lo que me pregunto es si el señor Matas ha
cumplido las condiciones legales para acceder al tercer grado, o no lo ha hecho.
Si las reúne, mantenerlo en prisión es una manifiesta discriminación;
especialmente si el motivo es la sensibilidad social, pues ello implica
que si esa sensibilidad fuera menor, el criminal estaría en la calle sin
problema. Es decir: mantenerlo en prisión es prevaricar.
Si no reúne las
condiciones, entonces alguien de la administración carcelaria ha prevaricado al
concederle el tercer grado, y se le tendrán que exigir las responsabilidades
correspondientes.
Se mire como se mire, aquí hay alguien -algunos,
varios, muchos- que se pasan la ley por donde no digan dueñas, y la adaptan,
conforman y deforman en función de la opinión pública. Y eso no es justicia ni
por el forro.