Que no es la electoral porque, a estas alturas, quien aún no sepa qué votar lo lleva crudo. Es más: quien no sepa qué votar desde hace años -casi cuarenta, por señalar- para sacudirse la castuza democáquica, es que realmente la merece.
La reflexión de hoy es -sobre mi alegría como madridista por la décima Copa de Europa del Real Madrid-, el comportamiento de ambos equipos -salvo detalles de nerviosismo, disculpables aunque feos, y sin más consecuencia- y ambas aficiones.
No tengo noticia de que hayan ocurrido incidentes, y de haber existido ya lo hubieran resaltado. Si la tengo, en cambio, de la actitud señorial de jugadores y aficionados del Atlético de Madrid y del Real Madrid. Fue una fiesta madrileña y española.
Desgraciadamente, para que venciera el Real Madrid debía perder el Atlético, y me alegro del triunfo de mi equipo, pero no de la derrota del vecino. Hubiera preferido ganarle la final a cualquier otro club, pero si hubiesen pintado bastos, prefería perder con el Atlético. En fin, que -como ya escribí cuando la final fue contra el Valencia- la alegría de la victoria es menor que si se vence a un extranjero, pero permite demostrar al mundo que el señorío español sigue ahí. Aunque la lo oculte frecuentemente la gentuza que nos parasita y desgobierna desde hace décadas.
Así es que ¡Hala Madrid! y ¡Aúpa Atléti!, y a ver si el año que viene repetimos la final aunque entonces nos la ganéis.
Por cierto: si aún están reflexionando sobre la mascarada electoral, lean un poco más abajo la entrevista a Rafael López-Diéguez.