Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

domingo, 23 de febrero de 2014

SOBRE UN ANIVERSARIO QUE CASI SE ME ESCAPA.

El de hoy, evidentemente.

Casi se me escapa porque ando a vueltas con asuntejos de salud -nada grave, dicho sea para tranquilidad de amigos y desazón de enemigos-, y del que he caído en la cuenta por pura casualidad, al haber sintonizado la tele -por primera vez en varias semanas- en un informativo.

Son 33 añitos los que hace de aquél 23-F, aún desconocido, aún oculto, aún incomprensible. O, quizá, perfectamente comprendido y descubierto para los que -sin haber papado ningún oráculo- tenemos la suficiente capacidad para sumar dos y dos.

Ya he contado en alguna ocasión cómo viví aquél día -mejor, tarde y noche-, y cómo desde el día 24 por la mañana vi que aquello no era lo que había parecido. También he dicho que -para pesar de tanto hideputa memócrata- la única víctima civil fue el pobre Juan García Carrés, y que todas las demás víctimas fueron militares, desde el Excelentísimo Teniente General don Jaime Milans del Bosch hasta el último teniente encausado, con especial relevancia en el Teniente Coronel don Antonio Tejero Molina, y con menciones especiales al honor en las personas del Capitán de Navío don Camilo Menéndez Vives y del Comandante don Ricardo Pardo Zancada.


En realidad no hay mucho más que decir. Habría mucho si se pudiera hablar y si eso se la libertad de expresión fuera verdad, pero de ese camino ya estamos todos de vuelta. Y con esto creo que ya se me ha entendido lo suficiente.

viernes, 14 de febrero de 2014

ABORTIVOS ABORTOS DEL CONGRESO (por Arturo Robsy).

Todos sabemos que los Demagogos jefes de partido intentan usar su poco entrenada inteligencia para que  los de la plebe media nos distraigamos de su crisis y de sus malas expectativas electorales. Elecciones a dedo, que se debiera decir.

Sabemos, eso sí, que entre el aborto vigente, segundo del Psoe, y el que manipulan la Villalobos y Gallardón, puede haber, con suerte, la diferencia de una aspirina, pues dejan lo demás a la decisión femenina y a la habilidad de los matarifes de las clínicas o mataderos de nonatos. Que venden, además, la pasta de fetos a compañías de potingues de belleza. De las entrañas de la mujer a los rostros de las mismas se podrá decir un día.

Sobre esto escribí ayer, a media tarde, un mensaje a mi amigo y camarada, más fino escritor, que se explica con la finura de una flecha, o de cinco: Rafael C. Estremera, sito en Madrid. Pero al borde de las once nocturnas, pude oír en el Gato al Agua lo que ha sido inédito en prensa y tele, y parlamentos y hasta en Cataluña en todos los años anteriores: se mencionaron claramente los derechos del padre. Esos derechos que nadie reconoce, aplastados por el deseo mortífero de la mujer en la clínica.

O sea que las chicas matan 110.000 hijos de hombre, dado que, desde mórula, los niños por venir se hacen a medias y a medias se debieran resolver. De lo contrario la mitad de la cópula adquiere el derecho de asesinar a los hijos del hombre, con lo cual me refiero al que se llamó El Hijo del Hombre en Palestina que, de ser ahora, quizá no hubiera nacido.

Lo bueno fue eso de oír por primera vez en una tele que los hijos son parte del varón, porque hasta ahora todo hacía pensar en la partenogénesis, o sea que las benditas  mujeres quedaban preñadas sin intervención del varón y, de paso, eran propietarias del hijo a cuestas, sin que ninguna moral lícita acepte que los padres, o padras, son dueños del hijo antes, durante y después del aborto.

Es posible que el Gato al Agua dijera ayer todo esto tan de biología elemental pero tan silenciado porque andaba medio apagada y medio devorada por las dos teles poderosas y algo tenía que decir, muy en serio, para recuperar el interés de los despellejadores de Antena 3 y de Tele 5. Las previsibles rabietas de Liberales (no conservadores) y de rojos generales pondrán a Intereconomía en el candelero o candelabro, porque ayer emitía puramente a candil.

No obstante ya se ha dicho que eso sucedió a las once nocturnas, aunque todos los presentes, de pronto, parecieron conocer la argumentación a favor de los ignorados y aplastados derechos del padre.

Antes, a media tarde, sin saber nada de lo que venía por cable o por onda, remití a mi amigo y camarada Rafael C. Estremera el mensaje que copio a continuación no sea que Intereconomía presuma de primicia, puesto que mi mensaje también corrió por el hiperespacio, que es público a veces. El citado mensaje advertía, además, que con aborto sólo en manos de un sexo se incumplen la obligada igualdad constitucional entre varones y hembras, los derechos humanos nacidos de manos norteamericanas y silenciosas hasta hoy, y se comete repetidamente un sucio pecado de lesa constitución española y, por tanto, de falta de la hoy tan mencionada democracia, cuyo concepto sólo se repitió más en 1979, en que hasta los variados comunistas y comunistones resultaron ser más demócratas que nadie.

Y aquí va el mensaje propio:

"Ahora ando calentando motores para decir, con cierta gracia o con cierta seriedad, que, ya que somos iguales hombres y mujeres, especialmente ante la ley, la primera ley del aborto y esta segunda en uso, más la que amenaza con venir, son anticonstitucionales: Nadie habla de los padres del nasciturus, de los hombres, porque son la mitad del niño asesinado y no se les consulta ni pueden opinar cuando una putángana decide matarles el hijo mediante un asesinato legal. Parlamento y Estado asesinos. O sea: un gobierno que permite matar a los fetos que sólo pueden resultar niños, humanitos, es un gobierno asesino, ya autorice la mortandad de palabra o convertida en ley ilegítima. Y no veo bien ni obedecer ni pagar a asesinos, aunque ya se haya experimentado con la ETA.

Una matanza semejante no la hicieron ni los especialistas históricos, desde Herodes el Grande pero puro aficionado, a Lenin, Stalin, Mao y, por resumir, Pol Pot

Ni un partido, ni un medio, ni un cura bobo trata de defender al varón, que es la mitad del asunto en la concepción ( y en anunciar a una mujer predispuesta por capricho hormonal) y nadie con testosterona puede  dar o no el mátese a su hijo sin consecuencias penales. Si matan las futuras mamás a cien mil cachorros hay cien mil padres a los que han asesinado a cien mil hijos sin preguntarles para que cien mil asesinos ganen dinero ensangrentado. Y sin que puedan esperar que se les haga justicia. Ni los Cien Mil Hijos de San Luis. Ni siquiera existe la obligación legal de comunicar nada al futuro padre.

Claro que eso, movido por la mujer que  miente siempre sobre su útero o su coño y por la reconocida y cananea ambición de los abogados, acabaría siendo otro modo de extraer pasta al docilísimo varón. Que si zurra a la asesina comete delito y gana cárcel.

O sea el negocio de la matanza que enriquece a clínicas y permite a los gobiernos disponer de mayores ingresos con los impuestos. Creo que el aborto lleva IVA, como la tonta píldora del Día Después. O sea, ¿después de qué? Tan rico es el idioma para nombrar ciertos actos pero parece que nadie se atreve a usarlos. En lo  antiguo de la lengua los muy finos usaron  Hoder y aún se entiende la palabra en ausencia de su tradicional Jota."

Arturo Robsy (que exige derechos generales lógicos, en este caso verdaderos "derechos del hombre", que tan poco defiende la ONU.)

Todos, salvo los asesinos leguleyos, hemos sido mórulas. Hasta Rajoy que, desde entonces, ha engordado lo suyo.

martes, 11 de febrero de 2014

SOBRE LA "MODIFICACION SEFARDITA"

Modificación del Código Civil para -dice La Gaceta- conceder la nacionalidad española a todos los sefardíes que lo pidan y acrediten tal condición. Modificación que se hace -según el señor ministro Gallardón- para culminar la reparación "de lo que sin duda había sido uno de los errores históricos más importantes", en referencia a los judíos que fueron expulsados de España en 1492.
 
Como saben mis habituales, no soy projudío, pero tampoco antisemita. Admiro -y he dejado constancia- la rapidez y contundencia con que el Estado de Israel responde a los agravios, a las ofensas y a los ataques. Admiro y envidio la visión clara de las situaciones y de las circunstancias, y me gustaría que en España tuviéramos siquiera media docena de políticos como los de Israel.
 
Dicho esto, debo rebatir al señor Ministro. Es posible -sobre todo con la óptica actual, que en tan poco se corresponde con la del siglo XV- que la expulsión de los judíos fuese una injusticia. Pero en ningún caso fue un error, porque la prioridad política del momento era cimentar la unión de los reinos que formaron España, y el mayor aglutinante era la religión católica. También era imprescindible fortalecer la reconquista, evitar nuevas invasiones islámicas, asegurar la obra recién acabada; y había -entonces, al menos- la razonable sospecha de que los judíos pudieran colaborar en la vuelta del invasor musulmán.
 
A continuación de la noticia, La Gaceta incluye el siguiente párrafo: El ministro recordó que un decreto legislativo de 1924 ya permitió que algunos diplomáticos españoles, algunos de los cuales incluso ocupan un lugar entre los justos en el Museo del Holocausto de Jerusalén, hayan sido reconocidos por la comunidad judía internacional como personas que salvaron vidas durante la segunda guerra mundial.
 
Como no lo entrecomilla, no se qué es exactamente lo que dijo el señor Gallardón. Sin embargo, me temo que los tiros vayan por el mismo sitio, sea el ministro o sea el gacetillero el que hable. O el paisano, puesto que también El País hacía una referencia al decreto de 1924.
 
El Decreto de 1924 existió, y fue promulgado -detalle que ninguno se ha molestado en recordar- por el Gobierno del General Primo de Rivera. Y el olvido no creo que obedezca a la confianza de los escribidores en que el personal lector sepa cual fue la época.
 
El Decreto de 1924 -que tras la Dictablanda, la República y la Guerra debía estar bastante olvidado, si no derogado- fue rescatado, o resucitado, por Francisco Franco. Precisamente para que esos diplomáticos españoles pudieran salvar vidas de judíos durante la Segunda Guerra Mundial.
 
Ya tengo dicho -sin que nadie me lo haya rebatido- que es impensable que un diplomático obre, en una cuestión de la trascendencia que tenía entonces la salvación de judíos en países ocupados por los nazis, por su cuenta, sin el beneplácito de su Gobierno. Ni siquiera es concebible que actúe sin su conocimiento. Y mucho menos lo es que -aunque los diplomáticos españoles, como Sanz Briz- rescataran ese medio olvidado Decreto, lo aplicaran con la manga ancha con que se actuó, pues se le concedió al nacionalidad española a multitud de judíos que no eran sefarditas ni tenían la menor relación con España.
 
También tengo dicho, no ya sin que nadie me lo rebata, sino sin que nadie pueda hacerlo, puesto que está en las hemerotecas -búsquelo quien quiera, porque no tengo a mano el documento, pero existe-, que la comunidad judía rogó por Francisco Franco a su muerte, considerándolo uno de los justos que protegieron al pueblo judío de la persecución.
 
Cosas todas ellas que, de haber sido explicadas por el señor Ministro o por la prensa, hubieran puesto las cosas en su sitio.

viernes, 7 de febrero de 2014

SOBRE LA ENCUESTA PAPAL.

La encargada a las parroquias por el Papa Francisco para -dice El País- pulsar la opinión de los católicos del mundo entero sobre asuntos corrientes, como los niños nacidos fuera del matrimonio, la contracepción, las parejas de hecho, los divorciados que se han vuelto a casar, las uniones homosexuales o el aborto.

Las respuestas, al parecer, han sido las que cualquiera podría esperar sin necesidad de meterse en berenjenales, viendo cómo anda al patio; o sea: que los llamados católicos desean que la Iglesia institucionalice la flojera de bragueta, con lo cual no han descubierto nada que no hiciesen ya Lutero, Enrique VIII y, si nos vamos atrás, Sodoma y Gomorra.

Porque lo que los llamados católicos encuestados recomiendan que se reconozca y bendiga a los divorciados casados por segunda vez; que se acoja a las parejitas homosexuales; que se abandone la postura de la Iglesia sobre la contracepción y sobre las relaciones prematrimoniales.

Particularmente, los jóvenes alemanes -cita el susodicho periódico- recuerdan a la jerarquía católica que es irresponsable casarse sin haber probado antes la solidez de la relación. O sea -y esto es de mi cosecha- que hay que probar a la pareja, como antiguamente se probaban los melones: a cala.

En resumen, los que se llaman católicos, quieren que la Iglesia Católica se transforme en protestante, bien sea luterana o anglicana, para dar satisfacción a las llamadas del bajovientre.

Lo que no parecen entender es que ser católico supone aceptar los Mandamientos de la Ley de Dios -todos ellos, no uno si y otro no y otro según- y que a nadie se obliga a ser católico. Pero que llamarse católico y no aceptar la doctrina supone, lisa y llanamente, una hipocresía.

Y, por supuesto, me apresuro a afirmar que ninguno somos perfectos -o al menos yo no lo soy, y que cada cual se mire la conciencia-; que todos cometemos errores, que todos pecamos, que todos tenemos de qué arrepentirnos. 

Ser católico significa -en mi modesta opinión, nada cualificada teológicamente- saber cuando se peca, y arrepentirse de ello y, en lo posible, repararlo. Lo que estos encuestados quieren, es hacer de su capa un sayo y quedarse tan panchos. Y eso no es.

Y lo que uno no se atreve a presuponer, es qué interpretación dará el Papa Francisco a esta encuesta; si la de reducir el número de católicos a los que verdaderamente lo son, o la de santificar, a cinco siglos vista, la concupiscencia del fraile alemán y el rey inglés.

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