Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

lunes, 18 de febrero de 2013

SOBRE LOS "NEOFALANGISTAS" DE OYARZABAL.

La noticia -que pueden ver en Periodista Digital- es de hace tres o cuatro días; pero aunque le necedad del señor Oyarzábal merezca réplica, tampoco hay que darle la excesiva importancia de la rapidez.

El caso es que don Iñaki Oyarzábal, segundón del PP en Vascongadas, acusó a UPyD de estar infiltrado por "neofalangistas". La acusación vino en respuesta a la petición del diputado de UPyD Gorka Maneiro, en el sentido de una circunscripción electoral conjunta, listas abiertas, lucha contra la corrupción y prohibición de ostentar varios cargos a la vez.

Con respecto a lo que le duele al señor Oyarzábal, ya don Gorka Maneiro le tocó la música adecuada: "repartirse sobres sí que es un insulto a los ciudadanos".

Pero esos son asuntos de familia que a mi, en el fondo ni me van ni me vienen. A mi lo que me importa es lo de los neofalangistas. Cosa que no existe, pero que al señor Oyarzábal le debe parecer insulto adecuado. Los falangistas, señor necio Oyarzábal, somos falangistas. Ni neo, ni retro, ni leches. Falangistas y punto. Comprendo que eso, en un partido que lleva los bandazos que atesora su PP, sea inimaginable; pero nuestras ideas -si, señor Oyarzábal, soy falangista y a mucha honra- son las mismas de siempre; no varían según sople el viento, el techo de voto o la subvención. Sólo cambiamos en la aplicación de las ideas a la actualidad de los tiempos que corren.

Se ve, señor Oyarzábal, que usted es lo suficientemente tonto para pensar que lo de llamar a alguien falangista es un insulto, que ser falangista es motivo de vergüenza -en su partido ser ladrón no lo es-, o que el falangismo es causa de general reprobación. Evidentemente, usted no tiene ni repajolera idea de lo que es ser falangista y -como la zorra de la fábula- desprecia lo que no puede alcanzar.

Sin embargo, usted mismo -bien que sin darse cuenta- pone las cosas en claro: para usted, señor Oyarzábal, hay que ser falangista para proponer que los ciudadanos puedan elegir libremente a sus representantes, para proponer que el voto de todos valga lo mismo, para perseguir la corrupción y para rechazar que cualquier mindundi se forre cobrando varios sueldos públicos.

Y en este caso -como el burro de otra fábula- la casualidad le ha hecho sonar la flauta.

Por último, señor Oyarzábal, comprobará usted que ni siquiera me he referido a su condición -confesa- de bujarrón o bardaje, -las reclamaciones, señor fiscal, a la RAE- que me hubiera dado bastante juego, palabra. Pero es que yo soy falangista, y eso obliga a mucho.

Publicidad: