Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

miércoles, 30 de noviembre de 2011

SOBRE EL VALLE DE LOS CAIDOS.



"... allí están enterrados 33.847 españoles muertos en la guerra a los que debemos memoria y respeto, sea cual sea el bando en el que estuvieran luchando. Los españoles tenemos una obligación moral con estas personas, que están hermanados e igualdados en la muertes."

(La cita es textual de Público, así es que las reclamaciones por la ortografía y la sintaxis, a los ignorantes de su redacción.)

Esto, que es indudablemente cierto; que lo ha sido desde que se proyectó el Valle, y que lo venimos repitiendo muchos desde que empezó el asedio -por dejadez, y por hambre- al monumento de reconciliación enclavado en Cuelgamuros, no lo dijo ayer Blas Piñar, ni es una cita de Vizcaíno Casas, ni de Ángel Palomino, ni de Rafael García Serrano, ni de ningún otro de los que los hideputas llaman fascistas. Ni siquiera lo he dicho yo, y perdóneseme la inmodestia de ponerme a la par de los mencionados, desfachatez que me permito sólo a los efectos de compartir la leña a que haya lugar.

Las frases citadas; las que determinan que los enterrados en el Valle de los Caídos están hermanados e igualados en la muerte, las dijo ayer el ex ministro socialista, y presidente de la Comisión de Expertos digital del Gobierno, don Virgilio Zapatero.

Nada extraño, si tenemos en cuenta que la propia Comisión reconoce -véase el documento íntegro pulsando sobre la imagen- que el entonces Ministro de la Gobernación, Don Camilo Alonso Vega, dirigía una carta a los Gobernadores Civiles con fecha 23 de mayo de 1958, en la que se decía que se debían adoptar las medidas necesarias para dar cumplimiento a la finalidad perseguida por el monumento, que era "la de dar en él sepultura (...) a cuantos cayeron en nuestra Cruzada, sin distinción del campo en que combatieran, según el espíritu cristiano de perdón que inspiró su creación, siempre que unos y otros fueran de nacionalidad española y religión católica."

Lo cual quiere decir que se respetaron las ideas de los fallecidos, no imponiéndole sepultura en lugar sagrado a quienes en vida se declarasen ateos o profesasen otra confesión.

Miente la Comisión establecida a tal efecto -osea, el de mentir- cuando afirma que "no ha empezado a ser de dominio público hasta hace muy pocos años" que en el Valle estuvieran enterrados "soldados que murieron sirviendo en el Ejército de la República". Miente con todas las letras, porque eso es algo de sobra conocido por quien lo quiso saber. El que suscribe, sin ir más lejos, que así lo escuchó al guía oficial de una visita efectuada en 1976.

En cambio, si es verdad -aunque sólo a medias- lo que se dice en ese documento, acerca de que "junto a personal contratado fue construído por numerosos presos políticos bajo las normas del Patronato Central de Redención de Penas por el Trabajo." Hubo presos, sí, aunque no fueron numerosos, ni fueron políticos, ya que no habían sido condenados por sus ideas, sino por sus actos. Y trabajaron allí para redimir condenas, de acuerdo con las leyes vigentes, y cobrando un sueldo por ello. No hubo "esclavos", ni nadie fue obligado. También hubo presos por delitos comunes no relacionados con la guerra, que se acogieron a esa fórmula para purgar sus condenas.

A propósito de los presos políticos, y para que los tontos me entiendan: preso político es el que está perseguido por sus ideas. Por ejemplo, Pedro Varela, el editor barcelonés encarcelado por pensar que podía vender o editar libros cuya edición y venta no está prohibida. Porque en España no hay una Ley que prohiba publicar libros o venderlos, aunque si las haya para prohibir que se escriba lo que no le gusta al Gobierno y a los progres. Pero, en todo caso, la ley persigue la expresión de las opiniones non gratas; en ningún caso la venta de lo que no está prohibido vender. Por tanto, Pedro Varela es un preso político, encarcelado por pensar que puede vender libros a quien tenga interés en comprarlos, lo cual no está prohibido. Si las ideas expuestas fueran suyas propias si estaría sujeto a la censura de lo políticamente correcto, y sería responsable si vulnerase una Ley que si existe. Eso es un preso político: el que se encarcela por pensar, aunque no haya hecho nada. Y la Causa General -documento que los historiadores admiten como fidedigno- da fe de que los presos rojos no lo eran por sus ideas, sino por los actos que habían realizado. Aquí tienen el enlace al documento por si gustan verlo.

Declara el informe de la Comisión que "para la exhumación y traslado de restos individuales identificados (...) había de mediar el consentimiento expreso de los familiares." Y añade: "En caso de falta de unanimidad de los familiares, no debía procederse a la exhumación. En los enterramientos con restos no identificados se ordenó proceder a la exhumación y traslado sin otras diligencias, ni de identificación ni tampoco de autorización de familiares."

Normal, porque a finales de los años 50 no existían las pruebas de ADN, y como no se podían identificar los cadáveres, difícilmente se podía pedir autorización a las familias. Sobre todo, teniendo en cuenta -como toda la barahúnda de salteadores de tumbas subvencionados ha encontrado, aunque no lo hayan dicho- que en las fosas de la guerra lo normal es encontrar a muertos de ambos bandos, mezcladas hoces y martillos con yugos y flechas, estrellas de cinco puntas y estrellas de seis, porque los nacionales -que eran los que salvo en cuatro o cinco casos ocuparon el terreno del enemigo- sepultaban juntos a todos los muertos en aquella acción.

Destaca la Comisión el deterioro creciente del conjunto monumental, basado en un informe de Patrimonio Nacional que reconoce que "las labores de mantenimiento que requiere (...) son tan cuantiosas que los trabajos de conservación y mantenimiento (...) han resultado insuficientes."

Puedo dar fe de que en el verano de 1990 -más de tres décadas después de su construcción- el Valle de los Caídos estaba en perfectas condiciones. ¿Acaso estará la clave en ese insuficiente mantenimiento? ¿Acaso estará la clave en haberlo cerrado al público, perdiendo por ello los cuantiosísimos ingresos que dejaban los turistas en las taquillas? ¿Acaso estará la clave en el odio? ¿Acaso no se habrá dejado el Valle a su suerte -sin el mantenimiento inherente a cualquier obra- para finalmente darle un destino prefijado de abandono y ruina?

Por mucho que el referido informe proponga, ahora, que se mantenga el Valle para hacer de él un monumento a "todos" -como si no lo fuera desde su concepción-, y para explicar al visitante la simbología -según ellos malísma- y las circunstancias de su construcción, el objetivo final es el que siempre ha sido: asaltar tumbas, profanar cadáveres.

Queda por ver si la Iglesia, que tiene la última palabra, permitirá el sacrilegio a cambio de otras treinta monedas, o será digna sucesora de aquellos "mártires de la persecución religiosa en España."

Por lo demás, podréis hacer lo que queráis. Tenéis, hoy, la fuerza.

Pero José Antonio volverá a ocupar su lugar en el Valle de los Caídos, porque en él no sólo quisísteis matar al hombre; quisísteis -inútilmente, por supuesto- asesinar una idea. Quisísteis asesinar la honradez, la dignidad, la generosidad, la fe, la razón; quisísteis matar -ayer lo confesó vuestra fracasada directora de campaña electoral, Elena Valenciano: en los congresos del PSOE nunca se ha gritado ¡Viva España!-, a España. Quisísteis matar la juventud, la inteligencia, la hombría de bien, el Destino Universal de España -lo vuestro era el viva Rusia-; quisísteis asesinar la gallardía, el valor, la verdad. Quisísteis matar la vida digna de seres humanos, porque lo vuestro es el refocile en las más puercas zahúrdas.

Volverá Franco al Valle de los Caídos, porque aunque aún os escuezan en los lomos -lo único que sabéis mostrar cuando el de enfrente no está desarmado- las carreras en pelo, lo cierto e inamovible es que perdísteis la guerra que en febrero del 36 pedíais a gritos en vuestros mítines torvos, covachuelas de asesinos y chulos. Lo inamovible y cierto es que Franco levantó una España hundida en la miseria hasta llevarla a la mayor prosperidad que en su Historia ha conocido; que Franco creó una Seguridad Social que ni siquiera vosotros, manirrotos y chorizos, habéis conseguido hundir todavía. Creó un Fuero del Trabajo que concedía al trabajador muchos más derechos que ese malhadado Estatuto de los Trabajadores que convierte al hombre en mercancía que se ofrece en los mercados. Volverá, no porque su entierro allí lo ordenase Juan Carlos I, el borbón -minúsculas de calificativo- al que Franco hizo Rey de España porque le salió de los cojones, sino porque lo mandamos nosotros, el pueblo que os correrá a gorrazos cualquier día de estos.

Y vosotros, sinvergüenzas, cabrones, canallas, hideputas, también iréis allí. Pero como no tenéis categoría de seres humanos que merezcan sagrada tierra os pondremos -esto no es amenaza, sino premonición-, como abono de los rosales que canten la nueva primavera.

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