Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

sábado, 12 de marzo de 2011

SOBRE UN ARTICULO DE "BLAS DE LEZO".

Artículo que simplemente transcribo, porque ya mi camarada Blas de Lezo dice cuanto hay que decir, y de la forma en que hay que decirlo.
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JESÚS CUADRADO Y LOS MILITARES

Los militares le debemos mucho a Jesús Cuadrado y a sus amos socialistas y de “El País” porque, sin ellos, andaríamos desorientados y tropezando con nuestros propios zapatos (botas).
El pasado 8 de febrero publicó este periodista un artículo titulado “Militares con derechos”, que inicia, casi sin respirar, de esta guisa: “Trogloditas en el Ejército español, éste era el título de un editorial en The New York Times, publicado a propósito de la anécdota del general Mena, aquel que en su discurso de la Pascua Militar de 2006, se equivocó de tiempo histórico y nos recordó otras épocas felizmente superadas”.
Que este sectario del PSOE, metido a periodista se apoye en ese periódico norteamericano, que tan bien ha entendido la política española desde que lo pariera hace la tira de años un tal Jarvis, entra dentro de la lógica de esta tropa. Porque ya sabemos que los del New York Times han mostrado siempre un gran interés y cariño por los asuntos de España. El artículo no es más que un subproducto, muy bien pagado por el sistema (“Sector Chacón”) a través de sus neuronas mediáticas. Y se convierte, como es habitual en estos casos, en una especie de perdonavidas de lo que consideran un colectivo muy constitucionalmente domeñado.
Se alegra el periodista de la actual actitud obediente y disciplinada del Ejército, lo que es de agradecer porque así el personal mediático y político puede hacer de las suyas, aunque se defequen en la Constitución que ellos nos obligan a defender.
Y hay que reconocer que el Ejército es admirable porque ha soportado los entierros por la puerta de atrás de sus centenares de asesinados por criminales con los que esta clase política y mediática en otros tiempos simpatizaba. Y, posteriormente, la impune quema de banderas; los insultos a España y al rey; la introducción en sus cuarteles, naves y aeronaves, de elementos travestidos o emparejados del mismo sexo, así como la conversión de sus residencias militares en baratas “casas de citas”; la destrucción del museo de Montjuich de Barcelona o el desalojo del museo del Ejército de Madrid para instalarlo a pedacitos, bajo el cómitre sectario, en un Alcázar de Toledo descafeinado; el saltarse la desaparición programada del servicio militar obligatorio para pactar con los nacionalistas catalanes; la destrucción de sus estatuas, monumentos, placas, lápidas, monolitos, Cruces de los Caídos…; la reescritura de la Historia que manda a los infiernos a los propios héroes de ese Ejército domeñado, en una aceptación sumisa de una reescritura de la Historia de España y del propio Ejército.
Sí, no hay duda de que el Ejército es hoy un admirable baluarte para defender la Constitución, la cual, sin embargo, podría permitir (ya se sabe que la Carta Magna es de goma, y de no muy buena calidad) que el “ejecutivo” se niegue a cumplir con lo que aquella le manda de defender la unidad y la independencia de España. Porque todo es discutible, asumible y convertible. Una terrenal teoría de la relatividad.
De ahí el tremendo error del general Mena, que incapaz de entender que una secta política gobernante puede decir “Diego” cuando antes decía “digo”, no se había percatado de que hay que agachar las orejas. Y si el llamado gobierno quiere pactar con quien sea, pasándose la Constitución por el forro, está dentro de ese espacio abierto y civilizado que la Carta Magna nos permite, incluso para poder desaparecer legalmente, no ya como nación unida e independiente, sino como nación más o menos despiezada. Porque el Ejército sólo estará para apagar velas por esos mundos de Dios, para apagar fuegos cuando se queme el bosque del “señor conde”, o para sacar la cabra de la Legión en la jornada anual de la pita a Zapatero. Lo de la unidad de España suena a fascista, franquista y hasta a falangista. Y, al parecer, según la sabia opinión del señor Cuadrado, fiel servidor de sus amos, esa unidad de España es algo que no concierne ni al Ejército ni a los españoles, colectivos ambos a extinguir.

Blas de Lezo

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