Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

miércoles, 24 de noviembre de 2010

SOBRE LOS DESAYUNOS.

Asunto de fundamental importancia, según los nutricionistas y -al parecer- tema digno de ser ordenado legalmente, según informa La Gaceta.
Si ya el Gobierno del señor Rodríguez ha ordenado que se supriman en los colegios las máquinas expendedoras de bollería industrial, el gobiernillo catalanista no podía ser menos, de manera que obligará por decreto a "los hoteles de cuatro o más estrellas a ofrecer en sus desayunos productos catalanes y pan con tomate."
Sinceramente, no se cual es la producción de tomates en Cataluña, y si dará para tanto. Lo que sí creo poder asegurar, es que el trigo que se cultive en la región difícilmente llegará para todo el pan entomatado que se deba servir, de manera que difícil veo la catalanización del desayuno.
Igualmente, ignoro la cantidad de cerdos que se crían en Cataluña. De los de cuatro patas, digo; de los de dos ya sabemos que se crían muchos, pero esos no cuentan a la hora de fabricar butifarras, así es que lo mismo resulta que los tomates, el pan y la materia prima butifarrera son de importación, y -hablando con propiedad- no son productos catalanes, sino de las irredentas provincias levantinas o murcianas, de la odiada Castilla o de la charnega Extremadura.
No soy muy viajero, pero en mis escasos periplos fuera de Madrid siempre he observado que en todas partes se ofrecen los productos de la tierra, no sólo por ser más accesibles, sino porque representan también un atractivo turístico. Es lo normal. Pero hay que ser muy paleto, muy aldeano, muy cazuro, para ordenar por decreto el desayuno de los visitantes.
De manera que, a los hosteleros obligados por la psicosis separatista a presentarse como aldeanos, paletos y cazurros, les ofrezco una idea: que cuando algún baranda, barandilla o baranduelo se aproxime a sus locales con la reconocida intención de ponerse las botas a cargo del contribuyente, entre los alimentos ofrecidos les den morcilla.
Y, puestos a obedecer al aldeanoseparatismo, que les hagan una butifarra.

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