Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

martes, 29 de junio de 2010

SOBRE LAS PREGUNTAS DEL JUEZ.

Preguntas que suele realizar el juez de Getafe (Madrid), don José María Celemín Porrero, a los inmigrantes que solicitan la nacionalidad española. Preguntas como -indica 20 Minutos-, qué sucedió en España en 1704, o el nombre de algunos escritores de la postguerra.
Los inmigrantes se quejan por estas preguntas y, en mi modesta opinión, con razón. Porque yo se que en 1704 tuvimos la desgraciada guerra de Sucesión que nos trajo a los Borbones, pero es que a mí me gusta la Historia. Supongo que a la mayoría de los aborígenes españoles les hacen esa misma pregunta y los funden.
Como si les preguntan por 1492, 1500, 1571, 1814, 1868, 1898, 1931, 1934... (1), que entonces no sólo les suspende la ESO con carácter retroactivo, sino que les quitan la nacionalidad ipso facto.
Por otra parte, lo de los tres escritores de postguerra es más fácil, basta escuchar la radio o ver la tele y recordar los últimos premios, premietes y premiecillos, de esos que venden cientos de miles de libros porque la tele lo dice y queda progre. Y caso de desconocerlos, sólo sería muestra del buen gusto literario del aspirante a español, que muy bien podría, en cambio, saber de Berceo, el Arcipreste, Jorge Manrique, Garcilaso, Boscán, Cervantes, Lope de Vega, Calderón, Quevedo, Góngora, Gracián, Cadalso, Espronceda, Bécquer, Baroja, Galdós, Ganivet, Unamuno, Azorín, los dos Machado... por citar una ínfima cantidad de los de la preguerra.
Ni que decir tiene que el aspirante a la nacionalidad debería ignorar rigurosamente a Pedro Muñoz Seca, Edgard Neville, Enrique Jardiel Poncela, Agustín de Foxá, Angel María Pascual, Angel Ruíz Ayúcar, Antonio Maciá Serrano, Tomás Salvador, Antonio Hernández Navarro, Fernando Vadillo, Angel Palomino, Fernando Vizcaíno Casas, Arturo Robsy, Guillermo Rocafort... si quería tener posibilidades. No digamos ya a Rafael García Serrano, cuyo simple recuerdo supondría la expulsión inmediata de territorio nacional, y quien sabe si europeo.
Pero a lo que iba: que hacen bien en quejarse los aspirantes a españoles de las preguntas que les hace el juez Celemín Porrero, porque no hay motivo para que a ellos se les exija saber lo que la mayoría de nacionales con derecho a voto ignoran.
Por mi parte -y comprendiendo, admirando y aplaudiendo el motivo que impulsa al juez- lo que preguntaría serían otras cosas.
Por ejemplo, y sin que don José María Celemín piense que me entrometo, que sólo quiero ayudar, preguntaría si el aspirante sabe que no se puede acuchillar a nadie, ni siquiera compatriota de orígen; que no se puede traficar con drogas; que no se puede robar, ni atracar, ni estafar; que no se puede zurrar la badana o sacudir estopa a la coima; que no se puede chantajear por el uso de espacios públicos; que no se puede violar a las mujeres -ni a los hombres, que se han dado casos-; que no se pueden crear bandas violentas, racistas (contra los blancos) y xenófobas (contra los españoles); que no se pueden tener cuatro esposas, aunque sí cualquier número de concubinas, según parece; que -ya descendiendo a lo menor- no se debe caer en coma etílico cada fin de semana, porque la Seguridad Social anda chunga; que no se puede gritar a las tres de la madrugada; que no se puede poner música a toda leche y a todas horas; que no se puede dejar que los niños zascandileen sueltos, triscando sobre los coches de los demás; que no se pueden tirar toda clase de porquerías por las ventanas; en fin, detallitos de la convivencia con los que en España solemos ser bastante tiquismiquis, y que me parecen de mayor importancia que la cultura general, que siempre se puede alcanzar por medios propios con algo de voluntad.
Me apresuro a aclarar que todas estas cosas que enunciadas llevo no son privativas de los inmigrantes -ni de los que aspiran a la nacionalidad española, ni del resto- y que, bien al contrario, los autóctonos suelen llevarse la palma en todas ellas. Por eso dije antes que, de hacerles estas preguntas -lo mismo que las que suele hacer el juez Celemín- a la inmensa mayoría de los españoles nativos habría que retirarles la nacionalidad.
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(1) Para conocimiento de posibles rojillos que lean, afectados por el Ministerio de Educación en las tres últimas décadas, progres de guardarropía y tontos varios -que no tendrán la menor idea-, y para recuerdo de gente normal que pueda situar la época pero no el año exacto, a continuación se detalla qué pasó en los citados años, siguiendo el mismo orden:
Descubrimiento de América, nacimiento del que sería Carlos I, batalla de Lepanto, fin de la guerra de la Independencia, revolución llamada "la Gloriosa" que destronó a Isabel II y dió paso a la fugaz Instauración de Amadeo I y a la I República, pérdida de Cuba y Filipinas, II República, revolución de Asturias y proclama separatista de Cataluña.

SOBRE LOS EJEMPLOS A SEGUIR POR RODRIGUEZ.

Ya sabemos que don José Luís Rodríguez es un fiel imitador de -aunque sea como los loros, que repiten sin saber loque dicen- de los mandamases a los que envidia y, fundamentalmente, de don Barack Obama, aunque le haya frustrado el acontecimiento planetario de doña Leire.
Bastó una llamadita del señor Obama para que don José Luís Rodríguez metiese la tijera a las pensiones y a los sueldos de los funcionarios, en una nueva muestra del como sea, en este caso el recorte de presupuesto. Obama dijo que había que ahorrar, y Zapatero ahorra. Como sea.
Otros -Alemania, Francia...- lo habían dicho antes, pero Rodríguez no tuvo a bien atenderles; pero a Obama si; a Obama se le obedece sin rechistar -que para eso es el galáctico agujero negro que se traga como quien silba a las enanas rojas-, y ya estamos en el buen camino, Rodríguez el primero, del imperialismo yanqui -que no condeno sino por tibio- y del ultracapitalismo liberal.
Y esta imitación, como de loro o chimpancé, me abre una puerta a la esperanza. Porque resulta que el Tribunal Supremo de EE.UU. respaldó ayer mismo el derecho de los ciudadanos a poseer y portar armas de fuego.
A ver, José Luís, para cuando copiamos esto, de forma que los españoles tengamos el derecho a la defensa propia, habida cuenta de que a la Policía no se le permite defender al ciudadano y las armas que llevan son sólo para su propia defensa -siempre y cuando el delincuente lleve, por lo menos, un cañón-, y además etán casi todos ocupados escoltando a los señoritos de la mamandurria partidista.

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