Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

lunes, 26 de abril de 2010

SOBRE LAS MANIFAS ANTICONSTITUCIONALES.

Manifas que, para quien haya visto la tele o la prensa, no cabe duda de que son las protagonizadas por la secta de los garzonianos. Anticonstitucionales, por la evidente profusión de banderillas de la IIª República -ojo, no republicanas, sino exclusivamente de la IIª-, que, se pongan como se pongan, no caben ni por el forro en el artículo 4 de la Constitución.
Manifas, secta e idolillo que han sido jaleados por dos preclaros socialistas: Pepiño Blanco y Felipe González.
Pepiño -inculto sumo, necio cum laude, demagogo espeso- ha expelido la acusación de que el PP jalea y da oxígeno a los falangistas. Insulto hacia Falange, obviamente.
No soy falangista de afiliación, pero sí de pensamiento; no obstante, y ante el ataque de la chusma, aquí me declaro falangista para lo que sea menester: difamación, insulto, cárcel, paseo... En fin, lo habitual en la gente necia, sociata o pepera, dos caras de la misma moneda falsa. Con la advertencia -quien avisa no es traidor- de que intentaré ponérselo difícil al que venga a por mí.
Y, puestos a hablar de quien jalea a quien, de quien apoya a quien, de quien pide ayuda a quien, señor Blanco -Pepiñín- asegúrese de no tener por qué callar. No sea que algunos -a pesar de que la memoria flaquea- nos pongamos a comprobar fechas y nombres, y a buscar testigos -que los hay-, de la oferta de cierto partido -el suyo, para qué andar con rodeos-, a cierto grupo nacional, al que facilitaría medios económicos para la campaña de ciertas elecciones, simplemente a cambio de presentarse a las mismas y restarle votos al PP. Vamos: que el PSOE quiso jalear, y ayudar, y dar oxígeno a los que llamaba fachas. Otra cuestión es que los fachas le dijeran que preferían honra sin votos a votos sin honra, y mandaran al representante socialista a... bueno, ya ustedes imaginan. La cosa, por cierto -por si le sirve de recordatorio, señor Blanco, don Pepiño- ocurrió en Barcelona y en unas elecciones -municipales o autonómicas, no recuerdo exactamente pero lo puedo comprobar- de hace bastantes años.
Y de Felipe González y Garzón, ¿qué decir?. El tipo que creyó dar el gran golpe llevando a un juez estrella en sus listas, como número dos de Madrid, y luego se la jugó relegándolo a un carguillo de segunda; el tipo que vió a sus Ministros y Secretarios de Estado en el banquillo -y en la cárcel- por iniciativa de un Garzón cabreado, ahora lo defiende ante los periodistas coprófagos.
¿Acaso porque Garzón, que tan eficazmente planteó la ecuación de los GAL, se detuvo antes de encontrar la famosa X, y hay que corresponder al favor?

Publicidad: