Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

jueves, 24 de diciembre de 2009

NAVIDAD.


Otra vez Navidad.
Y cada año se me hace más difícil no ceder a las tentaciones; porque la carne es débil, y el cuerpo me pide atocinarme cómodamente, y decir que sí, que bueno, que felices fiestas a todo el mundo, y que me dejen en paz.
Afortunadamente, el alma no está para fiestas, porque acaso de ahí provenga el mayor problema: que todo en España lo hemos convertido en fiesta. Todo es una fiesta, desde la cuchipanda electoral hasta la algarada separatista; desde el coma etílico hasta el asesinato masivo de nonatos; desde el hembrismo garrulo, a la mariconería rampante; desde la zafia incultura de las miembras, al clientelismo grosero.
Todo es fiesta -ya llegará la resaca, ya-, y no tiene uno el alma para estas fiestas, ni para despilfarrar la caridad -que bien entendida se debe principiar por uno mismo-, en recoger conmiserativamente a los borregos, los tocinos, los capones, los necios, los tontos, los alcaldes, el Gobierno, la oposición y otros justiciables, y decirles que sean personas por una vez y se enteren, siquiera por un día, de que nace Dios.
Todo lo que me llega la caridad -y la paciencia- es para decirles a todos ellos que les deseo lo que se merecen, y que les vayan dando.
Únicamente a mis camaradas, a mis hermanos en España, les deseo una Feliz Natividad del Señor, y que en Su misericordia nos de Fe, Esperanza y buena mano.

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