Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

domingo, 1 de noviembre de 2009

SOBRE LA CAMARADERÍA.

Para general conocimiento y para que se desmarque quien lo haya menester, copio el siguiente comentario a mi entrada titulada Sobre las condenas:

* * * *

Tizona dijo...
Absolutamente de acuerdo.
Por otro lado, puestos a informar, no está de más que se sepa que uno de los detenidos es el militante y Delegado del "Frente Nacional" en Pamplona.

* * * * *

Cuando en 1977 me afilié a Fuerza Nueva tuve la suerte de encontrarme con un Jefe de Distrito que, entre muchas otras cosas, me enseñó una fundamental: todos los que visten la camisa azul son camaradas.
El era falangista. Lo había sido toda su vida. Era hijo y sobrino de aquellos muchachos falangistas del Madrid rojo que se jugaban la vida con la alegría con que -por su edad- deberían estar jugando. Enlazaban grupos de quintacolumnistas; robaban provisiones de los bien surtidos almacenes rojos para los más necesitados; facilitaban huídas y pase de líneas; organizaban complots y, en fin, hacían su guerra como los mejores. Con estos antecedentes paternos, mi Jefe de Distrito no podía ser otra cosa, porque era un hombre cabal y bien nacido.
Aquél "todos los que llevan la camisa azul son camaradas" nunca se me ha borrado, ni lo hará. Otros hay que, defendiendo purezas y derechos, independencias y pedigrís, opinan distinto. Allá cada cual.
Por mí, puedo decir que uno de mis mejores amigos -dentro de la general camaradería- era requeté de la mejor cepa navarra, y con él y otro camarada -este falangista- pusimos en marcha un bonito proyecto (una revista que se llamó Cruz de los Caídos, porque tal monumento señoreaba nuestras calles) que dió a nuestro Distrito un altavoz para difundir nuestro pensamiento, y unos recursos económicos que -por deseo expreso de nuestro Jefe- fueron a paliar la situación de los camaradas en paro o en dificultades.
Andando el tiempo trabé también una espléndida amistad con otro camarada, entregado en cuerpo y alma a la tarea, que no era nada, ideológicamente hablando. Simplemente, un español al que no le gustaba aquella España de los últimos años 70, y que había decidido que tenía que hacer algo. Más que suficiente para ponerse a ello sin pedirle a nadie pedigrís ni autenticidades. "Vale quien sirve".
Y así, -vale quien sirve- considero mis camaradas no ya sólo a los que llevan la camisa azul, sino a todos los españoles que quieren una España digna, fuerte, alegre, grande y libre, bajo las únicas premisas que la pueden producir.
Quien esté de acuerdo, que cuente conmigo. Y quien no lo esté, que sepa que ni aún así le voy a negar.

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