Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

martes, 20 de octubre de 2009

SOBRE EL DESCOJONE.

Y siento empezar así, pero es que la cosa no admite otro tratamiento.
Ahora resulta que el panfletillo que llaman Público -y como tal ejerce por las esquinas-, dice que "la polio de los cincuenta, una negligencia del franquismo".
"Mucha gente no quiere que se sepa por qué algunos nos contagiamos mientras a otros niños afines al régimen sí que se les protegió", denuncia una tal Lola Corrales, de una asociación de enfermos de polio y postpolio.
Como la cosa ocurrió entre 1950 y 1964, debo ser uno de esos niños afines al régimen, y entonces, en vez de agradecer sólo a Dios el no haber padecido esta enfermedad, se lo agradeceré también a Franco.
Ninguna otra relación con el régimen tuve, ni mi familia tampoco, salvo la de vivir en España, cosa que ocurría a muchos millones de personas, lo que demuestra que Franco era un tío cojonudo, más que inteligente, más que clarividente, más que previsor, pues supo que este modesto individuo que suscribe iba a ser de los suyos en cuanto él muriese. Porque antes de su defunción nunca fui franquista; ni franquista, ni nada. Fueron los memócratas los que me hicieron franquista, vean ustedes que cosas.
Incluso hay un médico de la Universidad de Salamanca -o sea, un médico de oficinas, como se tipifica a los militares que no se han acercado nunca a los tiros, y no porque no los haya, sino porque les repelen- llamado Juan Antonio Rodríguez que -lógicamente, a falta de pacientes- ha escrito un libro. Un libro en el que dice que "el régimen no quería afrontar el gasto de una vacunación que no era obligatoria, pero que debió ser prioritaria".
Vaya: resulta entonces que el régimen hizo durante unos años en que la vacuna de la polio no estaba declarada obligatoria por los organismos internacionales, lo mismo que este régimen de zapateriles con la vacuna del papiloma humano, que si se realiza es por voluntad de los gobiernillos autónomos, preferentemente los del PP por llevar la contraria, o a costa del bolsillo de cada uno. O con la Gripe A, que dejará fuera a la mitad o un tercio de la población.
En un afán tergiversador evidente, el Peripatético -perdón, Público- comenta que hasta que la vacuna fue obligatoria el régimen había vacunado a 200.000 niños en el ámbito privado. ¿En qué órgano sexual quedamos: lo hacía el Régimen, o el ámbito privado? Porque ambas cosas son excluyentes.
Es más, indica que "hasta entonces se dispensó la vacuna para tres sectores de población. La beneficiencia del Auxilio Social la dipensaba gratis gracias a donaciones de países como EEUU. Un segundo sector de la población debía pagar nueve pesetas por las tres dosis y los más pudientes 27 pesetas. "Eran unas cantidas inasumibles", explica Rodríguez.
Es decir, lo que se llama justicia retributiva: el que más tenga, que más pague. Y como no indican que para esos tres sectores fuera condición pertenecer al Movimiento, a la Administración, al Ejército o a cualquier otro estamento, resulta obvio que la separación era en función de los ingresos.
En cuanto a las cantidades inasumibles, la falsedad no resiste al análisis matemático. La gratuidad para ese primer sector no necesita comentario. Las 9 pesetas del segundo suponían un 3% de un salario medio de la época (unas 300 pesetas, la jubilación de mi abuelo como empleado del Ayuntamiento de su pueblo), aunque puedo llegar a admitir que fuera incluso de un 6% para un salario de 150 pesetas mensuales. Bastante lejos de la antes citada vacuna del papiloma humano, que para un salario de mileurista supone (son 300 euros) un 30%. O un 15% (seamos generosos en los números) para los sueldos de más de 2.000 euros que dice el Gobierno que es la media.
Muy lejos, por tanto, de aquél 3%, y hasta del 9% que supondría (ojo, para el mismo salario medio de 300 pesetas) el coste de 27 pesetas.
Después de tanto número, acaso convenga citar una frase que el peripatético destaca: En 2005 se querellaron contra el Estado por negligencia.
A ver si todo se va a quedar, como suele, en querer amorrarse a la teta.

SOBRE UNA BUENA EXPLICACION

Acabo de recibirlo por correo electrónico y, además de tener su gracia, explica las cosas muy bien:
 
¿Por qué fracasa el Socialismo?
 

Un reconocido profesor de economía de la Universidad norteamericana Texas Tech alegó que él nunca había suspendido a uno de sus estudiantes pero que, en una ocasión, tuvo que suspender la clase entera.
 
Cuenta que esa clase le insistió que el socialismo sí funcionaba, que en éste sistema no existían ni pobres ni ricos, sino una total igualdad.
 
El profesor les propuso a sus alumnos hacer un experimento en clase sobre el socialismo: Todas las notas iban a ser promediadas y a todos los estudiantes se les asignaría la misma nota de forma que nadie sería suspendido y nadie sacaría una A (excelente).
 
Después del primer examen, las notas fueron promediadas y todos los estudiantes sacaron B. Los estudiantes que se habían preparado muy bien estaban molestos y los estudiantes que estudiaron poco estaban contentos.
 
Pero, cuando presentaron el segundo examen, los estudiantes que estudiaron poco estudiaron aún menos, y los estudiantes que habían estudiado duro decidieron no trabajar tan duro ya que no iban a lograr obtener una A; y, así, también estudiaron menos. ¡El promedio del segundo examen fue D! Nadie estuvo contento.
 
Pero cuando se llevó a cabo el tercer examen, toda la clase sacó F: ¡suspensos a todos!
 
Las notas nunca mejoraron. Los estudiantes empezaron a pelear entre si, culpándose los unos a los otros por las malas notas hasta llegar a insultos y resentimientos, ya que ninguno estaba dispuesto a estudiar para que se beneficiara otro que no lo hacía.
 
Para el asombro de toda la clase, ¡Todos perdieron el año! Y el profesor les preguntó si ahora entendían la razón del gran fracaso del socialismo.
Es sencillo; simplemente se debe a que el ser humano está dispuesto a sacrificarse trabajando duro cuando la recompensa es atractiva y justifica el esfuerzo; pero cuando el gobierno quita ese incentivo, nadie va a hacer el sacrificio necesario para lograr la excelencia.
 
Finalmente, el fracaso será general.
 
Nota:
 
Winston Churchill, premio Nobel en 1953 dijo: "El socialismo es la filosofía del fracaso, el credo de los ignorantes, la predica de la envidia, su misión es distribuir la miseria de forma igualitaria para el pueblo. "
 
Para terminar una cita de la ex-primer Ministra Británica Margaret Thatcher: "El socialismo fracasa cuando se les acaba el dinero.... de los demas"
 

Publicidad: