Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

jueves, 26 de febrero de 2009

SOBRE LOS POBRES ANIMALITOS.

Los que, según asociaciones protectoras de animales -nos lo cuenta 20 Minutos- la perrera de la Comunidad de Madrid sacrifica y arroja en vertederos sin más, cosa que a estas asociaciones y a los defensores de los animales les parece muy mal.
Y a uno -que no considera que maltratar a los animales sea bueno, ni mucho menos, no me tomen el número cambiado- le surge la pregunta de si estas asociaciones y, particularmente, los acérrimos defensores de los derechos animales, se han inmutado cuando se han descubierto restos de seres humanos abortados en la basura de las clínicas, o cuando se han hallado trituradoras industriales que permitían arrojar esos restos -restos humanos- por los desagües.
Uno se pregunta, incluso, si estos acérrimos y fanáticos defensores de los derechos y la vida animal, no son de los que luego están a favor del aborto libérrimo cuando les salga del aparato reproductor.
Porque -sigue pensando uno- una cosa es cuidar del entorno y evitar malos tratos a los animales, y otra ponerlos por encima de los seres humanos: a los perritos no se les debe abandonar, a los niños sí; a los perros no se les debe sacrificar, a los niños sí.
Aunque, bien visto, la mayoría de los animales son mucho mejores que determinados humanos, que de tales no tienen -ya ven ustedes, qué cosa- más que la catalogación zoológica.



SOBRE LAS FOTOS DE ELUANA.

Fotos que, a pesar de la prohibición expresa del Tribunal que autorizó su asesinato, han hecho médicos y periodistas durante el proceso. Con la intención -dicen- de dejar constancia del estado físico en que se encontraba en esos momentos.
Bien, no hay por qué dudar de sus afirmaciones. Queda, sin embargo, márgen para preguntarse si el interés en poner fin a una vida no estaría relacionado con el posible fruto -no necesariamente económico, pero sí propagandístico- de esas imágenes robadas.

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