Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

José Antonio Primo de Rivera.
(F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

lunes, 17 de noviembre de 2008

SOBRE LA COPE.

Emisora -o, mejor dicho, cadena- radiofónica de sobra conocida, que acaba de sufrir la retirada de las frecuencias correspondientes a sus emisoras en dos provincias catalanas.

La COPE -y fundamentalmente sus estrellas- se quejan amargamente de ataque a la libertad de expresión, de intento de silenciar las voces discordantes, de mordaza al que piensa diferente... En fin, que se quejan mucho y bien.

Ignoro en que se ha basado el CAC para repartir las frecuencias de radio y entregárselas a otras emisoras. Ignoro si hay motivos de índole técnica o económica. Ignoro si las emisoras de COPE han incumplido algún requisito o vulnerado alguna norma, o si todo ello obedece realmente a un intento de silenciarlos.

Lo que si se, es que si no hay una razón muy poderosa y -sobre todo- muy clara, la decisión administrativa de la Generalidad de Cataluña tiene evidentes visos de cacicada. Y de censura.

Ignoro, también, qué opinó la COPE -o las antiguas emisoras provinciales o locales que la formaron- sobre la persecución a El Alcázar, periódico al que sucesivos Gobiernos -de UCD y del PSOE- acosaron hasta la desaparición, negándole lo que en Derecho le correspondía. Y esto no lo digo yo; lo han dicho los Tribunales.

Otra cosa hay que también tengo clara. Y es que la cadena COPE practica igual política de censura y de cacicada y, por ejemplo, impide la contratación de espacios publicitarios a quien no le cae simpático a alguna de sus estrellitas -caso de Jiménez Losantos con Alternativa Española- e incluso se niega a emitir la publicidad ya contratada y pagada.

Quizá fuera un buen momento para que en la COPE dejaran de mirar las pajas de ojos ajenos, y empezaran a preocuparse un poco por la soberbia propia.

Caso contrario, tendríamos que recordar la bíblica sentencia sobre el que a hierro mata. O -mas a la pata la llana- eso de que donde las dan las toman.

Publicidad: